sábado, 29 de diciembre de 2007

Entró el año nuevo en un tren vacío de gente. Eduardo Galeano.

Ariel salió de la casa de un chileno que acababa de morir. Había muerto lejos de su tierra.
De aquí a poco, el aire se pondría gris anunciando el primer día de 1976. Ariel también estaba lejos de su tierra y el próximo amanecer en Francia no tendría ningún significado para él. En la tierra de Ariel era otra hora, hora de Chile; ante las mesas de allá había sillas vacías y los sobrevivientes alzaban los vasos de vino y estaban recién empezando a celebrar el fin de un año de mierda.
Ariel Dorfman caminaba, lento, por las calles de este suburbio apartado de París.
Se hundió en la estación del tren. Escuchaba el eco de sus propios pasos y buscaba algún ser humano en los vagones vacíos.
Encontró al único pasajero. Se sentó enfrente.
Ariel sacó del bolsillo una novela, The Clown, y se puso a leer.
El tren arrancó y al rato el hombre dijo que le gustaría ser payaso:
-I'd like to be a clown -dijo, mirando el cuadrado negro de la ventanilla.
Ariel no levantó la vista del libro.
-Must be a sad profession -dijo.
El hombre dijo que sí, pero que él era triste.
-Yes -dijo-. But I am sad.
Entonces se miraron.
-I am sad, you are sad -dijo Ariel.
El hombre dijo que juntos harían un buen par de payasos y Ariel le preguntó dónde, en qué circo.
-En cualquiera -dijo el hombre-. En cualquier circo de mi país.
-And which is your country?
-Brasil -dijo el hombre.
-¡Chucha! ¡Entonces puedo hablarte en español!
Y se lanzaron a charlar de sus tierras perdidas mientras el tren se deslizaba hacia París.
-Yo soy triste -dijo el hombre- porque quiero que ganemos, pero en el fondo no creo que vayamos a ganar.
Después se dijeron adiós con el puño en alto.
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Entró el año nuevo en un tren vacío de gente.
Días y noches de amor y de guerra.
Eduardo Galeano.